CAPÍTULO III
POSIBLES RESPUESTAS A LA
PREGUNTA SOBRE LA SITUACIÓN TEOLOGAL DEL HOMBRE AL ENTRAR EN LA EXISTENCIA
No es usual
preguntar por la existencia o no existencia del PO desde la perspectiva en que
aquí lo hacemos. Sin embargo, juzgamos ventajoso iniciar toda la inmensa
problemática que acompaña al PO desde el punto de partida ahora elegido,
consecuentes con la índole sistemática que queremos imprimir en este estudio.
Ya de entrada quitamos a los profesantes de las doctrina del PO la solemnidad y
dogmatismo con que proponían que todo hombre, al entrar en la vida, se
encuentra contagiado-ya con la mancha del PO. Al oír tamaña afirmación, surge
la inevitable pregunta, ¿cómo, sobre un momento oscuro, marginal, impreciso de
la historia religiosa de cada hombre, han logrado los teólogos cristianos adquirir
certezas tan elevadas, tan cargadas de antecedentes, concomitantes y
consecuencias -claramente siniestras-, para el concepto y vivencia creyente de
Dios, del Salvador, del hombre imagen de Dios? Ya se suele decir que, en temas
de protología y escatología, los teólogos -siguiendo el camino de los creadores
de mitos-, han dado muestra de excesiva imaginación, escasa sobriedad y de
cierta pretenciosa sabihondez en preguntas y en respuestas.
Más adelante diremos algo sobre los senderos por los que se
acarreaban los materiales para elevar la grandiosa teología del PO, ajenos sus
constructores a toda labor crítica sobre la tarea que iban realizando. Pasamos
ya a mencionar las respuestas que realmente pueda recibir la pregunta
formulada. Las resumimos en estas cinco que a continuación comentamos.
1. UN PROBLEMA SECUNDARIO, MARGINAL, IRRELEVANTE EN EL
CONJUNTO DE NUESTRO SISTEMA CRISTIANO DE CREENCIAS
Parece la propuesta más obvia, desde el punto de vista de
la teología sistemática. Insistíamos antes en ello: el destinatario de la
Palabra de Dios es la comunidad de hombres 'adultos'. Ellos son los
únicos, inmediatos, directos oyentes de la Palabra y los únicos respondientes
de la misma en la fe, esperanza y amor. Sin embargo, la historia de la teología
occidental no puede escribirse sin encontrarla, en diversos momentos, llena de
aguda preocupación y haciendo largos discursos sobre la situación teologal de
la humanidad infantil. Nominalmente, la afirmación de que todo hombre es
concebido en PO cobró una importancia histórica de primer grado. Al entrar en
el tercer milenio podremos alejarnos reposadamente de tal teoría pero no
podemos menos de discutir la pregunta y la respuesta que daba la teología
tradicional. Hoy mismo, la pastoral cristiana está preocupada por la dignidad y
respeto que al niño se le debe como real, aunque inicial 'persona humana',
a nivel natural. Su personalidad/dignidad sobrenatural/teológica también ha de
ser objeto de reflexión. Sobriamente, y en el contexto de las otras verdades de
fe, piadosamente, como aconseja el Vaticano I, DS 3016.
2. SITUACIÓN INDIFERENCIADA ENTRE GRACIA Y PECADO
Varios teólogos contemporáneos se ven precisados a hablar
de la situación teologal del recién nacido, porque el estudio de la secular
creencia en el PO obliga a ello. Pero rehuyen hablar de “pecado original” en
los niños, al modo como lo hicieron san Agustín y toda la teología clásica.
Pero, por otra parte, tampoco les parece justificado hablar en ellos de 'estado
de gracia' y amistad divina en el sentido teológico, propio de la palabra.
Optan, pues, por proponer para el recién nacido una especie de estado(situación
intermedia, aunque ellos no usen esta expresión: situación neutra,
indiferenciada e indiferenciable entre la gracia y el pecado.
Mencionamos, en primer término, a E. Guttwenger. Como
acabamos de hacer nosotros, también Guttwenger parte del hecho de que todo
hombre está llamado a la participación de la vida divina por la incorporación a
Cristo. Por eso, al entrar en la existencia entra acogido -ya al amor y
providencia sobrenatural de Dios-, en la “zona de influencia” -si vale la
expresión- de Cristo Salvador. Siendo real esta influencia y presencia del
Salvador en todo hombre, no parece admisible hablar de 'pecado'
original, en el sentido tradicional, fuerte de la palabra. Tampoco habría
motivo para hablar de un estado de gracia que implique una incorporación real
-ya a Cristo: la recepción de una gracia santificante y transformante del
hombre. El recién nacido estaría, por tanto, en situación de tgodavía-no de la
gracia e incorporación a 'Cristo, Sacramento universal de salvación'. La
razón es que el infante 'todavía-no' ha podido tomar una decisión
personal, libre a favor o en contra de Cristo, en la fe y el amor. La vieja
expresión “pecado original”, de tener algún sentido aceptable, quería expresar
esta mera ausencia, mera carencia de relación libre, personal, positiva del
recién nacido a Cristo sea pro la fe, sea por el sacramento de la fe. El recién
nacido no puede ser ni formal/propiamente justo, ni formal/propiamente pecador.
Tampoco se encuentra en relación meramente neutra o negativa respecto a Cristo.
Está en tensión dinámica, progresiva, en ordenación interna, tensional hacia
Cristo; aunque no llegue a estar positiva y personalmente incorporado a él. Por
eso hemos hablado de un 'estado intermedio' del niño respecto a la
gracia y el pecado.
No lejos de esta posición encontramos a K. Rahner.
Contempla éste al recién nacido en tensión dialéctica entre gracia y pecado;
envuelto en un 'existencial de perdición'; pero también en un 'existencial
de gracia/salvación'. El existencial de gracia no conlleva el que el
infante se encuentre ya formal y personalmente justificado/agraciado; pero sí
que se encuentre “situacionado” por la Gracia, en positiva tensión dinámica
hacia la futura deificación formal, interna, personal. Ésta se realizará e
historificará por un acto personal de amor a Dios o por un sacramento. Pero,
simultáneamente y con pareja intensidad, el recién venido al mundo se encuentra
“situacionado” por ese existencial de perdición que llamamos el 'pecado del
mundo'. Y este existencial de perdición sería lo predominante y denominante
de la situación teologal del hombre al entrar en la vida. Y hasta que un
sacramento o la decisión personal no le incorpore plenamente a Cristo. Este
hecho es lo que querría subrayar el lenguaje tradicional cuando habla del
'pecado original', de enemistad con Dios en el recién nacido.
Tal vez se A. Vanneste quien, con mayor vigor, insiste en
alejar del recién nacido tanto el calificativo de justo, como el de pecador:
«Estrictamente hablando no tiene sentido ninguno el hablar
sea de estado de gracia, sea del estado de pecado en un ser humano que aún no
es verdaderamente hombre, en un niño que todavía no ha llegado a la existencia
humana en el sentido pleno de la palabra; es decir, en alguien que todavía no
ha podido tomar conscientemente una postura a favor o en contra de Dios. Estado
de pecado y estado de gracia son términos mediante los cuales se califican las
relaciones personales existentes entre Dios y el hombre consciente, que ama a
su Creador o bien rehúsa abrirle el corazón. Sólo por extrapolación se pueden
aplicar dichas categorías al caso del recién nacido... considerado en el
momento en que todavía no se es capaz de ningún acto humano, el hombre se
encuentra, como hemos dicho, en un estado preteologal. Estrictamente hablando
nuestras categorías no se aplican más que a los adultos, a los hombres
conscientes».
Éste y otros textos de A. Vanneste nos advierten con firmeza
de que el recién nacido sólo en sentido impropio, germinal, traslaticio,
metafórico, por denominación extrínseca puede ser denominado “pecador”, o
“justo”. Si hablásemos en rigor, deberíamos hablar de una situación
pre-teologal, palabra sin duda muy expresiva. Por eso, en este contexto no
tendría mucho sentido la pregunta que viene ocupándonos últimamente, ¿cuál
es la situación teologal del ser humano al entrar en la existencia? Sería
casi un apriorismo, puesto que no hay tal “situación teologal”, sino una
“pre-teologal”. Situación que al teólogo serio sólo marginalmente, en caso
extremo, casi sólo por curiosidad profesional, debería interesarle.
La propuesta de A. Vanneste debería desilusionar a los
conservadores de la doctrina tradicional sobre el PO en el recién nacido.
Durante siglos acarrearon material para elevar un grandioso monumento doctrinal
al PO. Una cuestión que, por su propia naturaleza, era fronteriza entre la
ciencia teológica seria y la vagorosidad de lo mítico, fue transformada en 'dogma
básico' sobre el que hacían girar toda la 'actual' historia y
economía de la salvación. Ya antes hice alusión a la desmesura, intelectiva y
volitiva, de semejante solemnización.
Cuando, más adelante, 'con toda seriedad teológica',
expongo mi convicción de que todo hombre nace en 'Gracia original',
tendré a la vista la opinión de estos autores, a fin de no buscar para mi
propuesta ninguna solemnidad inmerecida. Pero, ya desde ahora advierto que, si
bien una correcta teología 'católica' no debe aplicar la categoría (en
este caso, 'acusación') de “pecado” a un recién nacido, sin embargo la
categoría de agraciado/justo sí que puede aplicarse a un niño, incluso a un
“nasciturus”. Debemos evitar cualquier fatal paralelismo entre “pecado” y
“gracia”: un recién llegado a la existencia es 'capaz de gracia'; pero
es del todo 'incapaz de pecado'. En la actual teología existe unanimidad
para afirmar que no se da, ni en el individuo ni en la comunidad humana, una
situación teologal de pura y mera naturaleza. No hay una situación religiosa
real del hombre que se pueda decir neutra respecto a la gracia y al pecado.
Respecto al niño, no veo motivo específico para hablar de
él como sólo virtualmente pecador o virtualmente justo. Todo viador, sin
distinción de niño o adulto, es o bien formalmente pecador bien formalmente
justo. Aunque, dada la imperfección e inseguridad del viador, podría decirse
que todo justo es virtualmente pecador y todo pecador es virtualmente justo. Es
el sentido aceptable, católico del famoso dicho (de origen luterano), 'simul
iustus et peccator' = todo hombre es simultáneamente justo y pecador. El
niño y el adulto sin distinción de fondo Más adelante tenemos que explicar
nuestra opción por la Gracia original, real y propia, del recién nacido. Y
atender a las dificultades que los mencionados teólogos encuentran en nuestra
propuesta.
3. UNA MENCIÓN DE LOS 'INEVITABLES' PELAGIANOS
Sí, son 'inevitables' los pelagianos siempre que se
hable del PO. Pensaba san Agustín que no hay forma de refutar adecuadamente la
enseñanza pelagiana sobre la gracia, si no se admite el PO en el recién nacido,
con toda la carga de fatales consecuencias que el PO conlleva para la historia
religiosa de cada individuo y de la humanidad. Por consiguiente, aunque en
aquella época no se tematizó0 el problema, dentro del marco en que ahora lo
hacemos, ambos contendientes tenían su peculiar opinión sobre la situación
teologal del recién llegado a la vida. Situación inicial que afectará toda la
vida ulterior del hombre.
Es conocida la oposición tajante de los pelagianos a
admitir la tesis agustiniana de que el hombre reciba, al ser concebido, una
naturaleza corrupta, en pecado y muerte espiritual. El gran contrincante de
Agustín, el obispo Julián de Eclana dice que, hablar de pecado en los niños, es
una 'auténtica barbaridad' (= probata barbaries); un 'monstruoso
invento' (= prodigiale commentum). Apenas se puede manifestar mayor repulsa
a la idea de PO. Pero, eliminado tan decididamente el PO, no dejaban al recién
nacido en estado de pura y mera naturaleza, neutra ante la gracia o el pecado,
como podría hacer un filósofo humanista de cualquier época. Para ellos, la
naturaleza es ya un un don-gracia de Dios. Por eso, la contemplan sana, recta,
'santa', incorrupta, equipada por el buen Creador de la posibilidad real (=
posibilitas) para todo lo recto. Acogida, sin duda alguna, dentro de una
economía de salvación centrada en Cristo. Su gracia, dicen nos ayuda de muchas
maneras. Si bien no llegaron a tener las ideas claras sobre la fuerza interior
del Espíritu Santo que ayuda y eleva desde el interior y transforma al hombre
desde lo profundo. Nunca hablan de la gracia deificante, elevadora de la
'buena' naturaleza.
En este contexto, los pelagianos no podían hablar de un
estado de gracia 'sobrenatural' al estilo católico. Pero con especial
energía se oponen a la idea de pecado original-congénito-natural en el niño.
Por lo tanto, la situación del recién
nacido sería un estado “sui generis”, intermedio: lejos del 'pecado',
pero también de la gracia en sentido católico, que ignoraban o positivamente
rechazaban [Agustín y los pelagianos comparten una deficiencia fundamental:
desconocen la teología del “natural/sobrenatural” en sí y en sus relaciones
mutuas. Al menos tal como se ha cultivado por los teólogos católicos a partir
del siglo XIII. Con su teoría del PO, Agustín mutila la 'naturaleza' a fin de
que aparezca bien necesitada de la Gracia. Los pelagianos pensaban que una
naturaleza no viciada no tenía necesidad, al menos absoluta, de la Gracia. Ambos
explican mal la índole y raíz primera de la impotencia soteriológica del hombre
y la correlativa necesidad absoluta de gracia. Pensaban, equivocadamente, que
toda la cuestión se resolvía en torno a la afirmación o negación del PO.
Volveremos sobre el tema en el cap. X, sobre todo].
4. LA OPINIÓN COMÚN DURANTE QUINCE SIGLOS
Aunque, según las épocas, partía de variados presupuestos
culturales, religiosos y teológicos, la teología occidental, bajo el magisterio
de san Agustín, sostenía unánime que todo hombre, al entrar en la existencia,
se encuentra en situación teologal de verdadero, formal y propio pecado: muerte
del alma, lejanía y aversión de Dios; como consecuencia/castigo del pecado de
Adán. Si bien al sustantivo pecado se le añadía el adjetivo 'original', que lo
cargaba de peculiaridad, oscuridad, misteriosidad. Además, creían saber todo
esto con absoluta, dogmática seguridad, como Palabra de Dios. Sólo a partir de
la segunda mitad del siglo XX, han
comenzado a conmoverse los cimientos de tan grandioso, granítico edificio
doctrinal. Elevado, dicen los críticos, sobre movediza arena. En seguida
volveremos sobre el tema.
5. LA ÚLTIMA DE LAS RESPUESTAS POR NOSOTROS PREVISTA
En forma sintética, que hemos de explicar, podríamos
enunciar la propuesta con estas palabras: «Todo hombre, al entrar en la
existencia, se encuentra en situación teologal de Gracia y amistad de Dios,
incorporado ya a Cristo, Sacramento universal de salvación: en estado de
'gracia original'».
Podemos, por ende, dejar abierta la posibilidad de llegar a
hablar de un 'Cristianismo sin pecado original', ni en niños, ni en
adultos.
Dentro del contexto en que venimos hablando es fácil
comprender que, al realizar esta opción, no queremos protegerla con
certidumbres absolutas , con seguridades dogmáticas. Se trata de ofrecer una 'conclusión
teológica' que se desprende con fluidez del concepto católico de Dios, de
Cristo Salvador, del hombre imagen de Dios. Evitamos la descalificación
inmisericorde con la que, a toda raza humana, se la proclama raza pecadora y
corrupta desde el primer instante de su ser. Seguro que es más evangélico
anunciarle a todo 'hombre' la Enhorabuena de que ha nacido en Gracia, en
vez de la tradicional 'Enhoramala' de que ha sido concebido en pecado.
Sin saber “por qué ley, justicia o razón”, como diría el poeta.
Estamos, pues convocados al estudio detenido de estas dos
últimas propuestas. Nuestra postura respecto a la 'opinión común'
(tradicional) es radicalmente crítica, negadora: tanto respecto al contenido de
la misma, como respecto al dogmatismo con que viene siendo propuesta. Pero
nuestra opción por la 'Gracia original' concedida por Dios a todo
hombre, es constructiva. No dejamos al recién nacido en un vacío
espiritual-teológico, pendiente entre el cielo y la tierra. Ni un equívoco
'sí-es no-es' agraciado de Dios. “Es-ya”, en nuestra opinión,
desde el primer instante de su ser, 'hijo de Dios en el Hijo' Jesucristo.
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