martes, 2 de abril de 2019

LA DOCTRINA DEL PECADO ORIGINAL ANTE LA REFLEXIÓN TEOLÓGICA


CAPÍTULO VII
LA DOCTRINA DEL PECADO ORIGINAL ANTE LA REFLEXIÓN TEOLÓGICA

Después de más de cuarenta años de discusiones en torno al tema del PO me parece correcta e importante esta constatación: los defensores del PO 'no' pueden arroparse bajo el dosel sagrado de autoridades indiscutibles y, hasta cierto punto divinales, de la Escritura y de la Tradición. La discusión hay que proseguirla y dilucidarla a nivel de un 'modesto teolegúmeno', con llaneza y sin encumbramiento. Ya hemos advertido de la desmesura intelectual y volitiva que supone el solemnizar, canonizar, 'dogmatizar' la teoría del PO. Los conservadores del PO y los negadores de esa creencia debemos discutir sobre la legitimidad o no de una “conclusión teológica”: sobre si del dogma de la Redención se deduce o no se deduce la existencia del PO en el recién nacido. O más bien hay que pensar en una situación teologal de 'Gracia inicial' en virtud de la Cruz de Cristo. Nos encontramos -los teólogos católicos al iniciarse el siglo XXI- ante una de las muchas cuestiones disputadas de las que está entretejida nuestra secular historia y nuestro quehacer como 'teólogos'.
Pasamos, pues, a examinar 'los razonamientos teológicos' que los teólogos de nuestros días proponen a favor de su teoría del PO. Razonamientos que, como saben los conocedores de san Agustín, el doctor del PO desarrolló con insistencia, firmeza y singladuras lógicas no superadas por sus hodiernos continuadores.
Son dos los tipos básicos de argumentación aducidos:
-'argumentos de base experimental/experiencial, fenomenológica': la afirmación del PO sería indispensable para explicar el hecho de 'tanta miseria' como abruma al género humano desde su entrada en el mundo, manifestada de múltiples maneras. Sobre todo, para un teólogo como Agustín, en la 'dura necesidad de pecar' que, piensa él, abruma la existencia del hombre histórico.
-'argumento de índole cristológica/soteriológica': el dogma basilar de nuestra fe 'Jesús Salvados Universal' sería vaciado de contenido si no se admite que todo hombre llega a este mundo en situación teologal de PO. Este argumento es el que tiene mejor calidad teológica y mayor relevancia para la vida religiosa delos creyentes. El argumento experiencial sólo se revalida en cuanto sea reconducido a este argumento cristológico-soteriológico.

1. UNIVERSAL REDENCIÓN DE CRISTO Y PECADO ORIGINAL

Hace más de veinte años que empezamos a someter a crítica este argumento, ciudadela de los defensores del PO. Por nuestra parte, el trabajo de crítica quedó realizado ya, en los sustancial. A mayores, el dogma de la universal y sobreabundante redención de Cristo nos servirá de firme punto de partida para eliminar la teoría del PO. Por este motivo, de momento enunciamos el contenido o tenor del argumento y lo dejamos a la consideración del lector, hasta que nosotros volvamos a examinarlo con la detención que merece.
La argumentación que comentamos se resume en estas proposiciones:
1)Cristo es redentor universal de todos los hombres;
2)luego todos los hombres se encuentran en imposibilidad de salvarse, sin la gracia de Cristo;
3)y ¿de qué necesitaría ser salvado el hombre, si no tuviera pecado?;
4)luego todos los hombres, sin excepción, son pecadores;
5)no puede negarse que Cristo sea también salvador de los niños recién nacidos;
6)luego los niños, al nacer, tienen pecado del cual tienen necesidad de ser redimidos;
7)y ¿qué otro pecado puede tener un recién nacido, sino el PO?;
8)luego todo niño tiene PO...
De lo contrario, Cristo no sería salvador 'universal'; también de los niños.

Desde san Agustín hasta el día de hoy, los defensores del PO acuden a esta argumentación. Por desgracia muchos no lo hacen de forma suficientemente crítica y personal. Pero su recurso al dogma de la redención implica esta argumentación. O bien otra de distinta formulación, pero idéntica en el fondo.
Dejamos, como digo, al lector, reflexionando sobre la validez de este sorites o argumentación en cadena (y encadenada). Por nuestra parte, desde idéntico punto de partida: 'la sobreabundancia de la redención de Cristo', llegamos a la afirmación de la Gracia inicial incompatible con la existencia de cualquier pecado en el momento primero de la vida de cada hombre.

2. DESDE LA MÍSERA EXISTENCIA HUMANA AL PECADO ORIGINAL

Este tipo de argumentación, en sus varias formulaciones, hunde sus raíces en las profundidades primeras de la psique humana individual y colectiva. Desde que el 'homo sapiens' comenzó a sentir y pensar sobre su situación en el cosmos y en la historia, ya consideró su vivir como miserable, dolorido, desgraciado: 'el malestar de la cultura' es una experiencia originaria y universal. Ante tanta miseria la reacción compartida por mitos,  filosofías, religiones ha sido ésta:
-Al principio no fue así: al principio existió el 'paraíso' original, evocado en multitud abigarrada de representaciones. Pensemos en el mito de la 'edad de oro', tan cultivado por la cultura greco-romana y por la nuestra.
-'In illo tempore', en los prestigiosos y divinos orígenes de la tribu, dela raza humana (sea en la esfera celeste o en la tierra) tuvo lugar un evento, desgracia, infortunio, culpa/fallo voluntario o involuntario, un 'pecado' que trajo la pérdida fatal de aquel estado primero que no conocía tanta miseria. Por tanto, la miseria humana es resultado de una “caída/fatal” ocurrida en lso orígenes d las diversas tribus humanas.
Los mitos ancestrales proto-históricos de las más diversas culturas, las filosofías antiguas y religiones de tipo órfico-platónico; la religión judía y la cristiana han seguido similar esquema narrativo, argumentativo, cada uno según las exigencias de su concepto de dioses/Dios, del hombre y del puesto de éste en el cosmos. En todos ellos la historia comienza bien, pero inmediatamente se torna en historia maligna. Así, pues, dentro de este argumento experiencial tenemos dos versiones fundamentales:

a)Las formulaciones parateológicas de los mitos y filosofías antiguas y modernas.
b)La formulación creyente/teológica iniciada, como se sabe, en el AT y continuada con vigor hasta hoy mismo.

Nos fijamos, como es normal, en el proceso reflexivo que ha llevado a los teólogos cristianos desde la experiencia de la gran miseria humana a buscar y, a su juicio, encontrar una explicación plausible, una etiológica en la 'hipótesis/tesis' del PO. Al menos para los cristianos, la miseria humana no tendría explicación razonable ni creíble, si no se admite el PO. Para los no-cristianos, el equivalente sería la 'caída' original de variada índole en cada cultura antigua. Para el hombre actual, de mentalidad evolucionista, tal recurso a los misteriosos y excelsos orígenes carece de sentido, ante la razón razonadora y crítica.

A) UNA RÁPIDA REFERENCIA HISTÓRICA SOBRE ESTA ARGUMENTACIÓN

Un antiguo comentarista dice que el argumento más célebre de san Agustín a favor del PO es el que toma como punto de partida las infinitas miserias de la vida humana. Argumento que se encuentra no ya en cada libro, sino en cada una de sus páginas. Dentro de al polémica antipelagiana ya conocemos palabras decisivas del propio Agustín al respecto: “Apoyados en el testimonio de la Escritura y de la miseria humana se demuestra la existencia del PO”. Texto que hay que leer en este sentido, me parece: la miseria humana, sentida y reflexionada a la luz de la Escritura, demuestra la existencia del PO. De hecho, Agustín quiere ofrecer un argumento que, en nuestra terminología, llamamos de 'razón teológica'. Por motivos polémicos y de éxito argumentativo Agustín se siente victorioso recurriendo a la miseria de los niños: “Ya veis (pelagianos) cómo vuestra herejía naufraga bajo las aguas de la miseria infantil, la cual, bajo un Dios justo, no existiría si la  naturaleza humana no hubiese merecido al ser viciada y condenada por aquel enorme primer pecado”.
En la Edad Media cultivaron este argumento especialmente los teólogos franciscanos, por agustinianos y por ser más proclives al cultivo de una teología experiencial, tanto hablando de la gracia como del pecado. San Buenaventura, franciscano y máximo agustiniano de la época, expone con cierta detención y pertinencia este argumento: se pregunta, '¿la miseria humana es condición de su naturaleza o castigo del pecado?' Los filósofos, reflexionando sobre los constitutivos del ser humano, sobre las leyes de su dinamismo propio, no tienen inconveniente en decir que la miseria humana es connatural al hombre. Buenaventura piensa en los filósofos 'aristotélicos' cultivadores de un robusto empirismo. Ya es sabido que el idealismo platonizante también  habla de una 'caída' ocurrida en la prehistoria celeste de la raza humana. El teólogo Agustín expresamente rechaza la existencia celeste, previa de las almas. Siguiendo a Gn 2-3 y a la tradición anterior, coloca la caída en la historia primordial de la humanidad. Pero, además de la índole penal de la miseria, el obispo de Hipona insiste en el carácter 'culpable' de tanta miseria. Lo primero ya lo decían sus predecesores. El carácter 'culpable' de tal miseria es un descubrimiento de agustín, que ya comentamos. Aristóteles, por tanto, dirá que la miseria humana es 'normal-connatural'. Platón dirá que es castigo por el viejo pecado. Agustín dirá que tal miseria implica una situación de pecado en el que la sufre, y un 'castigo' divino por un similar “viejo pecado”, según frase agustiniana, heredada de Platón. Nominalmente los niños: sufren un castigo, luego son culpables. Participan no sólo de la pena, sino también de la culpa de Adán.
La teología contemporánea ha inculturado el viejo argumento 'ex miseria humana' dentro del existencialismo antropológico, cuando ésta habla de desgarro existencial del hombre histórico. Tomemos como ejemplo la exposición de M. Flick – Z. Alszeghy. Su larga argumentación avanza por estos tres pasos: 1) el hombre dividido en sí mismo: el  equivalente de la miseria de agustiniana y pascaliana memoria; 2) se busca la explicación de esta división radical y se encuentra en una acción pecadora del propio hombre; 3) este oscuro pecado se concreta en la figura del pecado originante de Adán. Es decir, que tal miseria es pecado porque proviene del pecado (original) e impulsa al pecado personal.

B) EL HECHO DE LA GRAN MISERIA HUMANA

Sobre el puro y neto hecho empírico de tanta miseria no es preciso discursear: sería llevar agua al mar. Agustín, viviendo en una época graves sufrimientos sociales e individuales, es inagotable en describir las miserias múltiples del humano existir. Lo específico de él y lo que aquí como teólogos, nos interesa, es el hecho de haber señalado la miseria humana por excelencia en la 'dura necesidad de pecar' = peccandi dura necessitas!' a la que está sujeto el hombre histórico: su esclavitud bajo El Pecado de que habla Pablo en Rm 6-7. Por otra parte, la ancestral inquietud metafísica d los maniqueos y del primer Agustín por el problema del mal: 'unde malum' = ¿de dónde viene al mal?, se transforma en esta otra más finamente humana y vivaz: 'unde miseria'/¿De dónde le viene esta tan “gran miseria” al hombre? Agustín era un gran pensador y un gran sentidor. Era, además, gran escritor que maneja bien los mejores recursos dialécticos y literarios. Por eso centra la argumentación en los niños y hace de la 'miseria infantil' -a nivel de razonamiento teológico- 'argumento aquiles' a favor de su reciente, innovadora teoría del PO.
En efecto, los pelagianos podrían decirle que la miseria humana, incluida la dura necesidad de pecar, proviene de los pecados personales de los hombres adultos, de la 'consuetudo peccandi' = de la costumbre de pecar. Sabido es, desde antiguo, que la costumbre era calificada como “segunda naturaleza”. Responde Agustín recurriendo a la miseria de los niños. Éstos no tienen 'costumbres' malas. Pero estás sujetos, como se ve, a los sufrimientos y a la muerte que amargan la existencia de los adultos. Y también a la 'dura necesidad de pecar': la magna miseria humana. Si bien en el niño existe sólo  virtual/potencialmente. ¿De dónde, pues, la miseria de los niños, esta congénita, vivaz tendencia al mal/pecado que se manifiesta ya germinalmente en ellos?
Agustín lo tiene del todo claro en este punto: “Son miserables (los niños) porque son reos. Ambos -Agustín y Julián- vemos su suplicio, dí tú por qué lo han merecido”. En esta argumentación de Agustín viene implicado y vigente el ancestral 'mito de la pena': la correlación inexorable entre culpa-pena, sufrimiento-pecado. La ley del talión, una de las bases de la justicia administrada por el hombre primitivo, Y que, ingenuamente, era trasladada a la forma en que los dioses ejercen la justicia.
Su conclusión se corrobora con un argumento estrictamente teológico. La justicia divina exige que no se castigue a nadie si no ha precedido una culpa. No impondría Dios el grave peso de tan gran miseria a los niños si éstos no fuesen culpables. Por fin, una razón también de teólogo, pero a nivel del concepto cristiano del hombre como imagen de Dios: la dignidad del hombre como imagen de Dios (= dignitas naturae conditae!) no  tolera a su lado la afirmación de que Dios acumule tan gran miseria sobre los niños, si éstos no tuvieran pecado. Y ¿qué otro pecado puede tener el niño, pregunta y responde con énfasis retórico y triunfal Agustín, sino el PO? Por tanto la miseria de los niños demuestra la existencia del PO.

C) UNA REFLEXIÓN CRÍTICA SE IMPONE

Pero ¿es verdad que la existencia de la miseria humana demuestra la existencia del PO, originante/originado?
-Si en el razonamiento se parte de una experiencia sobre la miseria humana que sea realista, empírica, sin prejuicios idealistas, y se reflexiona sobre ella a la luz de la mera razón, es decir, como pura argumentación filosófica, racional no se demuestra el hecho de una caída originaria de que hablan los mitólogos y los filósofos antiguos y, en su  tanto, algunos modernos. San Buenaventura, como he dicho, lo dijo con toda claridad.
-Agustín estaba absolutamente seguro del valor demostrativo de su argumentación. Pero, es claro que no lograba el suficiente distanciamiento crítico para darse cuenta: a) de que trabajaba con una hipótesis de la primitiva felicidad paradisíaca del primer hombre; b) compartía con los mitos y filosofías platonizantes de su época la existencia del “antiguo pecado” que habría arruinado a la humanidad; c) compartía la mentalidad tribal, primitiva, implicada en el 'mito de la pena' y en la ley del talión, a cuyo impulso parece quiere que obre el mismo Dios. Quien, no sería 'justo', si no fuese castigador de la conducta del hombre y vindicador de su honor divino ofendido también por el niño, puesto que éste estaba incluido en su voluntad pecadora e incluso en sus razones seminales (in lumbis Adam).
-A nivel más finamente teológico: la propuesta agustiniana que castiga a los niños/hombres con “tanta miseria” por motivo del PO (originante + originado) me parece del todo incompatible con la idea cristiana del hombre imagen de Dios. Tenemos que volver más adelante sobre este tema.

D) RECONDUCCIÓN SOTERIOLÓGICA/CRSITOLÓGICA DE LA ARGUMENTACIÓN

El ancestral, multisecular sentir y reflexionar sobre la miseria humana, a nivel del mito, de la filosofía, de la teología -sobre todo desde la profundidad que le concede san Agustín- pone en camino a increyentes y creyentes, para que tomen conciencia de la 'impotencia soteriológica' en que la humanidad se encuentra y de la 'necesidad de un salvador'. Pero, que tal miseria e impotencia provenga del PO 'no' se demuestra en modo alguno. La necesidad del Salvador tiene raíz más honda que el hecho histórico del pecado. Sería una solución demasiado simplista y rudimentaria. El propio agustín tiene textos significativos que apuntan en esta dirección: nada importa que no sepamos de dónde venga la gran miseria humana. Lo que importa es que nos digan de dónde viene la Salvación. La pregunta por el origen del mal/miseria no es la más profunda. Lo decisivo es preguntarse por la Salvación: unde Salvatio. La pregunta sobre el origen del mal (unde malum) es subsidiaria, preliminar y concomitante, no radical. Lo hemos comentado y volveremos sobre el tema.

3. ¿POR QUÉ ENTRÓ EN CRISIS LA VIEJA CREENCIA EN EL PECADO ORIGINAL?

La multisecular creencia en el PO se encuentra en una clara situación de crisis ¿de crecimiento?, ¿de reformulación radical?, ¿de desaparición? No veo propuestas aceptables de la primera y segunda opción. Cuando nosotros hemos optado por la “Gracia inicial” en todo hombre que viene a este mundo, es obvio que la creencia en el PO ha desaparecido de nuestro Credo. Sin llegar,de momento,  tan lejos, mantengamos el hecho evidente de la crisis en que ha entrado la doctrina tradicional. Y nos preguntamos por los motivos de este acontecimiento.
La respuesta más lista y expeditiva sería: porque hoy mismo carece de “autoridades” y de “razones” en que apoyarse. Pero, ¿por qué las “autoridades” y “razones” que fueron tan contundentes, tan bien aceptadas durante quince siglos, han comenzado a ser criticadas y hasta invalidadas últimamente? Ofrecemos un breve elenco de tales motivos. Elenco y no más porque podemos remitirnos a estudios propios y ajenos a este respecto.


A) VISIÓN EVOLUTIVA DEL MUNDO Y PECADO ORIGINAL

“Puede enunciarse como una ley general que, a toda gran renovación y a todo gran descubrimiento fundamental en biología (en el  campo de la ciencia experimental, diríamos), sucede una revolución y renacimiento de la filosofía e incluso de la teología”. Al menos en nuestro caso, es exacto decir que 'la revolución evolucionista', ocurrida en el campo del saber empírico, estuvo acompañada, fue provocadora (o tal vez provocada por) de una mentalidad evolucionista en todo el campo del ser, del acontecer, del conocer humano. Cuando el evolucionismo científico llegó a estudiar el origen de la especie 'homo' y el problema entero de la antropogénesis, no pudo menos de toparse con la Iglesia y con sus teólogos, inmersos en plena faena de restaurar antiguas glorias medievales; refractarios a los problemas de la modernidad y del progreso: los famosos 'neoescolásticos' de finales del XIX y principios del XX.
Verdad es que la ciencia evolutiva hablaba de los orígenes del hombre a nivel empírico y, por ende, no debería criticar, en forma directa e inmediata, las afirmaciones que, desde el pleno de lo trascendente y sobre el mismo tema, proponía la tradición teológica. Pero, se estaba creando una mentalidad -incluso entre los teólogos- que, a largo plazo, no pudo menos de dar al traste con toda la aventajada 'teología de Adán': insostenible dentro de una visión evolutiva, procesual, dinámica del devenir del cosmos, del hombre, de la historia. So pena de acudir a una 'imponente milagrería' divina a favor del Hombre/Adán originario, de su “estado paradisíaco” que, de no haberse malogrado, prolongaría la milagrería por los siglos de los siglos.
En consecuencia, podemos decir que, tanto la física como la metafísica que la razón humana puede honradamente manejar, elevan dificultades inauditas contra la clásica teoría del PO. Tales dificultades, además de nuevas, resultaban insolubles con los esquemas teológicos usuales, elaborados por una mentalidad fijista, estática, inmovilista, heredada de la escolástica y de sus antepasados helénicos. Pero también el más elemental respeto a la “moral/ética” y a la dignidad del hombre libre, resucitaban e intensificaban dificultades que Julián de Eclana y a había sugerido a san Agustín y que éste solucionó malamente. Parece que va contra la ética más elemental y que implica una falta de respeto a la libertad humana, a la dignidad del hombre -cada hombre individual- creado a imagen y semejanza de Dios (= dignitas naturae conditae!) el  afirmar, incluso con solemnidad y tenacidad, que todo ser humano, antes de tener siquiera la posibilidad real de decidirse por el bien o por el mal, antes de cualquier ejercicio consciente y personal de su libertad, ya se encuentra en situación de PO.
La vieja objeción, no podía menos de intensificarse dentro de la cultura humanista, personalista, antropocéntrica del hombre moderno, en creciente desde la Ilustración.

B) DIFICULTADES CONTRA EL PECADO ORIGINAL DSDE OTROS ÁNGULOS DEL SER HUMANO

Los cultivadores de un saber nuevo: la historia de las creencias religiosas, tuvieron oportunidad de señalar cómo numerosos mitos, nacidos en varios ciclos culturales, hablaban de la caída/desventura, de la culpa originaria, del “viejo pecado” ocurrido en la tribu primitiva. De tal funesto evento se habrían originado todas las miserias que afligen a los humanos. El paralelismo de tales mitos con las narraciones bíblicas -plenamente recibidas por la tradición cristiana- era demasiado claro. Surgía, en consecuencia, la vehemente sospecha de que las creencias cristianas sobre Adán/humanidad y su prístino estado paradisíaco, sobre su estatuto teológico privilegiado, no eran verdades caídas del cielo. Habrían brotado, más bien, del seno fecundo de la madre tierra; vale decir, de las profundidades de la psique humana, individual y colectiva. Creadora inagotable de mitos y filosofías que le ayuden a descifrar el sinsentido del humano sufrir.
Este último aspecto lo desarrollaron los cultivadores del psicoanálisis y de la psicología profunda, S. Freud y C.G. Jung. Estos estudiosos hicieron de los mitos de los orígenes -cristianos o no cristianos- tema favorito de sus investigaciones. Las cuales contribuyeron notoriamente a desacralizar y 'desontologizar' la teoría del PO. Los textos teológicos que, pretendidamente lo fundaban, fueron despojados de su historicismo y literalismo craso. Se buscaba un contenido simbólico de fondo que diese viabilidad y aceptabilidad a las figuras del paraíso, de la caída originaria, del sentimiento de culpabilidad, de la eterna pregunta por el origen de la miseria humana. Problemas que, en la medida escasa en que tengan una respuesta, ésta ha de buscarse, como indicábamos antes, en las profundidades de cada individuo y de cada comunidad humana histórica, y no ir a mendigarla al comportamiento aciago de los lejanos ancestros de la tribu humana originaria.

C) LA NUEVA HERMENÉUTICA DE LSO TEXTOS BÍBLICOS

Es sabido que las ciencias y los problemas concretos que en ellas se discuten avanzan a compás y en la medida en que se descubren nuevos 'métodos'/nuevos camino para moverse hacia la realidad y para ordenar el material disponible. Las dificultades que los mencionados saberes humanos presentaban a la teoría del PO la acometían desde fuera, eran adversarios externos. Por su propia fuerza demostrativa no podían los sabios de este mundo invalidar la enseñanza de los teólogos sobre los orígenes de la humanidad, en la medida en que la teología plantea el problema del origen del mundo y del hombre desde el campo de lo metaempírico, transcendente, desde la palabra de Dios. Sin embargo, los teólogos (bíblicos y sistemáticos) se vieron forzados a releer sus textos informativos, con los ojos mejor iluminados. Y aunque refractarios y renuentes un poco más allá de lo razonable, no tuvieron, por fin, otra opción sino aceptar las reglas de la hermenéutica a la que todo texto humano está sujeto. En sustancia: la nueva hermenéutica exigía la aplicación del 'método histórico crítico' -'la hermenéutica de las culturas'- a los procesos de inculturación y desculturización de las ideas al estudio de los textos bíblicos, en analogía con lo que se hace con todo texto escrito por la mano de hombre. Nominalmente con los textos presuntamente fundadores de la teoría del PO, Gn 2-3 y Rm 5, 12-21; Rm 7, 12-23. Con pasos medidos, con esfuerzo e inteligencia se llegó a  determinar lo que es contenido sustantivo y sustancioso de nuestra ortodoxia y de la ortopraxis de todos los siglos: la excelencia, sobreabundancia, universalidad de la acción salvadora de Cristo. Desglosándolo de los elementos caducos, de las adherencias culturales que le advinieron en su marcha pro la historia. El resultado más inmediato, constatable ya por los años sesenta, era el abandono generalizado de la llamad 'teología de Adán'. Eliminado el originante, el PO 'originado' y a no podía razonablemente mantenerse. Se imponía la conclusión de que 'la enseñanza de la Iglesia Occidental sobre el PO no es doctrina bíblica'. Ya hemos explicado este aserto.

D) EL APORTE DE LA REFLEXIÓN TEOLÓGICA

Aceptada esta conclusión de los exégetas bíblicos, se pone interés en aplicar la nueva hermenéutica a los textos de la Tradición, a todos los niveles y en sus varias manifestaciones. Nominalmente en su manifestación patrística y en ellos textos del Magisterio. El proceso de relectura histórico-crítica no se ha concluido todavía. En páginas anteriores hemos expuesto nuestra opinión al respecto. Si se nos permite acudir a la práctica de los neoescolásticos de poner calificación teológica a la enseñanza del PO, diríamos que se trata de una “conclusión teológica”, un 'teologúmeno', una teoría arbitrada en orden a 'explicar' este dogma nuclear de nuestra fe: la necesidad absoluta y la sobreabundancia de la acción salvadora de Cristo. Todo lo que pase de ahí será siempre discutible y discutido a lo largo de la historia de la Iglesia.
Aunque con cierta lentitud, la teología sistemática, en cuanto tarea de reflexión crítica, radical sobre los enunciados de la fe, llegaba a la sospecha y, por parte de muchos, a la convicción de que la “opinión común” (= communis opinio) sobre el PO, resulta disonante dentro de la armonía/analogía/contexto de verdades cristianas más básicas, más valiosas para nuestra ortodoxia y nuestra ortopraxis. Nominalmente la teoría del PO aparece como incompatible con el concepto 'católico' y vivencia cumplida de Dios-Amor, de Cristo Salvador universal, del hombre objeto de la voluntad salvadora de Dios, verdadera y sincera. Los críticos de la teoría del PO hacían su trabajo también desde otro punto dialéctico: desde el conocido motivo 'ex pravis consectariis', desde la desafortunada influencia que la teoría del PO ha tenido en la fe, en las costumbres, en las propias creaciones culturales del cristianismo occidental. También esta vertiente de la cuestión ha de tenerse en cuenta.
Desde la perspectiva en que nosotros estudiamos ahora el problema del PO, me parece ilustrativa esta constatación histórica: la razón teológica, manejada por el gran creyente y polemista refinado Agustín de Hipona, elevó un grandioso monumento a la doctrina del PO. Pero la razón teológica, manejada por el teólogo católico que viva en la modernidad, sobre los mismos materiales primeros que utilizaba la razón de Agustín, ejerce una tarea más científica, más radicalmente crítica. Por eso, puede llegar a decir que el espacioso y alto edificio de la teoría del PO, ha sido levantado sobre el terreno movedizo de reflexiones humanas que, aunque las reconozcamos como ilustres, son sólo relativamente seguras y fiables. Y son, en nuestro caso, perecederas.

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